Una sensación de sofocamiento me estremece en ésta habitación,
con muros cada vez más herméticos y la oscuridad me abraza con un constante
sollozo, mientras en mi mente la forma del arma homicida, llena de pánico me está
apuntando y está ahí a segundo de colisionar con mi cuerpo y alma, impresiones que
desde aquella noche no dejan de golpearme y traspasarme sin advertencia alguna y mi alma ya no distingue entre tiempo-espacio.
¿Por qué las personas estamos siempre intentando resucitar el pasado? La única respuesta
que se me ocurre es que ya está en nuestra sangre, tal vez.
Estas bestias me tienen amarrada a ellos y me dejan en un
plano lleno de inquietud y cobardía mientras todos juntos se ríen de mí, mientras
en un trance con el ego nos deja frente a frente y a carcajadas me despoja de
todo orgullo, se encuentra en un estado de frenesí e intenta seducirme, sus
ojos negros me dejan en un estado de hipnosis total, sus labios rojos que
aprietan con un sabor dulzón un cigarrillo me conducen a esa selva húmeda donde
todos nuestros miedos se burlan entre ellos y juegan como niños peleándose por
ir primeros, me deja a solas con él, con el tipo de las garras negras que apareció
de no sé dónde, su respiración aguda
corrompe mis oídos y analiza cada movimiento a seguir, donde impactar y cómo
hacerlo; apunta lentamente hacia mi frente y sin ninguna vacilación aprieta el
gatillo, de Tánatos…
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