sábado, 13 de junio de 2015

Aquello que no me atrevo.

El alba se enciende ante nosotros y salpicas en mis oídos algún tipo de metáfora que no logro entender o más bien no quiero entender porque estás todo el tiempo dándome pie a la esperanza, pero luego lo refutas con algún tipo de puñal que logra atravesarme y ya todo deja de ser goce.  Quiero que sepas que todas mis cicatrices le hacen la par a las tuyas y todas tus inocencias pueden ser corrompidas con mis gestos funestos que tantas veces hacés alardes pero terminas condenándolos.

Sé que es una estupidez creer que el mundo sigue girando al compás de vos y yo pero así lo creó mi mente tan llena de estruendos y llamas. Tu filantropía tan viril me deja en un plano tan inconcluso que me tastabilleo en la llegada a tus ojos; esos tan altaneros, tan violentamente pardos y tu aliento me golpea eléctricamente pero lo siento como un beso y nunca se me hace suficiente.

Déjame conocerte, hacer contigo poesía, enredarme en tu pelo tan narciso que me encandila, hacer de tus labios un altar y permíteme caer ante ellos

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