Las siluetas siguen moviéndose al compás de las palabras que
nos dijimos, bajando subiendo o cayendo por todo el odio que escupimos en
nuestras bocas; nunca pude alcanzar esas metáforas que dejabas salir poco a
poco o más bien nunca dejaste que indague más allá de tus miradas confusas, desintegradas
por un lugar que esperabas estar.
Creí que habías logrado sacarme del burdel pero sólo
lograste incrustarme más en él, quitando lo poco cálido que quedaba de mí; y
cada día voy perdiendo un poco más de lo bueno que creía tener, preguntándome que
tanto durará éste ahogo de pactos jamás llegados a su fin.
Y otra vez, el día a día. Levantarse y ver por las mirillas
cómo todos se limpian la sangre de sus narices y siguen el ritmo fantasmagórico
que nos va a dejar vacíos alguna vez. Y como si fuera poco tendré que dejar que
pronuncies mi nombre por última vez y fingir que ya no he inventado ésta
despedida alguna que otra noche de insomnio, tratando de aducir la electricidad
que solía haber, pero sé que en ese encuentro nuestras pupilas no estarán quemándose
y estarás alegrado de verme partir en silencio buscando un lugar en dónde
descansar mis huesos y escribiendo estás
palabras con un adiós en el margen de un cuaderno…
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